Zaragoza, España
Lorem ipsumTodos los trenes de España pasan por Zaragoza, o casi. Desde su inauguración en 2003, la estación de Delicias se ha convertido en un nudo intermodal en el que se juntan cercanías, líneas de media distancia y la alta velocidad que une Madrid y Barcelona con Francia.
Desde que el edificio abrió sus puertas, más de tres millones de personas recorren, cada año, sus andenes, lo que convierte a Delicias en la cuarta estación del país.
Más allá del protagonismo ineludible de los viajeros, en la estación de Delicias la atención se pierde en los amplios espacios y la geometría de sus techos y fachadas. Las líneas rectas de acero se cruzan a lo largo de todo el edificio, como queriendo recordar que estamos ante una puerta a los caminos de hierros que vertebran desde hace tiempo las comunicaciones globales.
El diseño de la estación, proyectado por los arquitectos Carlos Ferrater y José María Valero y ejecutado por Ferrovial, se articula alrededor de un gran espacio interior de más de 600 metros de largo por 180 de ancho. Este se divide en tres vestíbulos que sirven para organizar el movimiento de los viajeros que vienen, los que se van y los que están de paso.
La estación de Delicias domina el espacio al oeste del centro de Zaragoza. Con su fachada norte mirando al Ebro cubierta de arabescos, la infraestructura se extiende a través de casi 19 hectáreas de terreno ocupadas por los espacios de servicio a los pasajeros y aquellos dedicados en exclusiva al transporte. Con sus 10 vías (cinco de ancho europeo y cinco de ancho ibérico) y sus respectivos andenes de 400 metros de longitud, Delicias se ha convertido en el icono de la transformación de Zaragoza.
Ya lo advierte desde la lejanía. Su cubierta, quizá el elemento más característico del edificio, ofrece un perfil peculiar marcado por dos grandes arcos en diagonal que parecen servir de asidero al resto del edificio. Debajo, sin embargo, se abre la luz a través de una superficie geométrica translúcida que ilumina el trajín del interior.