A los pies de la montaña de Montserrat, entre rocas cortadas que muestran también las huellas fósiles de otro tiempo, discurre una autopista que une Barcelona y el Mediterráneo con el interior de Cataluña y Francia, y de allí al resto de Europa.

Atravesando la piedra e integrándose en la montaña, avanza el primer tramo de la C-16, la autopista gestionada por Cintra, Autema, entre San Cugat del Vallés y Manresa que pasa por Terrassa y Sant Vicenç de Castellet.

Rodeada del bosque de encina y durillo, característico también de Montserrat, la autopista cruza siete túneles bajo la tierra, liberando el tráfico de las montañas que rodean el área metropolitana de Barcelona. El de la Vallvidrera, el primero en aparecer al salir de la capital catalana, es en realidad un conjunto de cinco túneles (el más largo de 2.517 metros) bajo la sierra de Collserola.

Las agujas, los valles y las cuevas del macizo de Montserrat le dan a la montaña un aspecto mágico. Quizá por eso la leyenda ha colocado allí el hallazgo de la virgen en la Santa Cova. Más allá del mito, la montaña no puede entenderse hoy sin su espiritualidad.

Los 48,3 kilómetros de asfalto a los pies del macizo no podían tampoco ignorar esta parte de la historia. Así, en los últimos 15 años, la gestión de la autopista Autema ha colaborado con la Fundación Abadía de Montserrat. Sus donaciones se destinan a ampliar e informatizar la biblioteca del monasterio, a restaurar edificios del mismo y a mejorar la movilidad dentro de los espacios del santuario.