Un edificio de ladrillo rojo, austero y sencillo. Un patio de hierba siempre verde con un sencillo banco de madera en el centro. Parece un lugar tranquilo y agradable, pero las rejas en puertas y ventajas nos dejan adivinar que quizá, en el pasado, no lo fue tanto. A la entrada, dos palabras: Żołnierze wyklęci. Los soldados malditos.

El edificio del Museum of Cursed Soldiers, o museo de los soldados malditos, situado en la ciudad polaca de Ostrołęka, al norte del país, recuerda una de las etapas más duras de la historia reciente del territorio. Aquellos años en los que una amenaza llegada del oeste desplazó la línea de su frontera con Alemania. Y otra amenaza desde el este y el norte abriría paso a más de 40 años de dominio por parte de una potencia extranjera. 

La construcción del museo, que corrió a cargo de la filial de Ferrovial en Polonia, Budimex, consistió en la rehabilitación de una antigua prisión de principios del siglo XX. Se mantuvieron los elementos históricos y las características del edificio, añadiéndole todo lo que necesita un museo actual. Hoy, en un espacio de 3.500 metros cuadrados, el edificio cuenta la historia de los soldados malditos. Lo hace desde su inauguración el 1 de marzo de 2019, fecha en la que Polonia conmemora la trayectoria de aquel cuerpo militar tan simbólico. 

Los Żołnierze wyklęci agrupaban diferentes movimientos de la resistencia polaca, creados al final de la II Guerra Mundial y en los primeros años después del conflicto, cuando el ejército de la Unión Soviética, que había entrado en el país para expulsar a los soldados nazis, dejó claro que no iba a retirarse por las buenas.

Aquellos movimientos de guerrilla se mantuvieron hasta bien entrados los años 50 del siglo XX. Uno de los objetivos de aquella resistencia era atacar el sistema de prisiones del nuevo régimen. Hoy, de forma simbólica, una antigua cárcel rehabilitada recuerda a todos aquellos soldados malditos.