Bilbao, España
Lorem ipsumEl tiempo vuela, pero, a veces quiere detenerse. Como en los aeropuertos, donde entre colas, maletas y esperas, los segundos parecen moverse en sentido contrario a las agujas del reloj. Y, sin embargo, allí estamos, dispuestos a volar, acercándonos a la velocidad del tiempo, saltando entre meridianos y husos horarios.
Los edificios de Santiago Calatrava también quieren buscar el cielo. Entre hormigones blancos, estructuras aladas y espacios libres, parecen querer soltarse de los cimientos y despegar. Quizá por eso, no cabía otro nombre para la nueva terminal del aeropuerto de Bilbao que el de La Paloma. Cerca, la torre de control, del mismo arquitecto y apodada El Halcón, no pierde de vista lo que sucede en el cielo.
El aeropuerto de Bilbao, situado en los municipios de Sondika y Loiu, es uno de los de mayor volumen de pasajeros de España. Lo es, sobre todo, desde que se completó La Paloma, que reemplazó las instalaciones de la antigua terminal, operativa desde los años 40 del siglo XX. El edificio de Calatrava se expande en tres plantas que suman 39.000 metros cuadrados repartidos alrededor de una estructura alada de hormigón blanco. El espacio central, un hall completamente diáfano de 7.000 metros cuadrados, se oculta bajo una cubierta inclinada que llega a alcanzar una altura de 29 metros.
La sensación de estar a punto de echarse a volar acompaña al pasajero desde la entrada hasta que abandona el edificio. El acceso a la primera planta, donde se ubica la zona de salidas, está conectado con el mundo por un puente de cinco carriles sobre un voladizo de más de 40 metros de luz. Y las salas de preembarque, estructuradas como un gran rectángulo, conforman las alas de La Paloma, con una vista directa al campo de vuelos.
La obra de la nueva terminal del aeropuerto de Bilbao, ejecutada por Ferrovial, se completa con un gran aparcamiento, también obra de Calatrava. Elevándose en cinco plantas de 19.000 metros cuadrados cada una, tiene capacidad total para 3.000 vehículos.